domingo, 8 de marzo de 2009
LAS CUATRO DE LA MADRUGADA
Hora de la noche al día.
Hora de un costado al otro.
Hora para treintañeros.
Hora acicalada para el canto del gallo.
Hora en que la tierra niega nuestros nombres.
Hora en que el viento sopla desde los astros extintos.
Hora de y-si-tras-de-nosotros-no-quedara-nada.
Hora vacía.
Sorda, estéril.
Fondo de todas las horas.
Nadie se siente bien a las cuatro de la madrugada.
Si las hormigas se sienten bien a las cuatro de la madrugada,
habrá que felicitarlas.Y que lleguen las cinco,
si es que tenemos que seguir viviendo.
* Wislava Szymborska
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Efectivamante, para los treintañeros, entonces, era una hora mágica donde podía pasar de todo. Ahora,nos conformamos con no desvelarnos.Ah, precioso poema.
ResponderEliminarAdemás, es la hora de los fantasmas y de los sudores nocturnos.Salud!!!
ResponderEliminarA mí me gustó mucho esa doble hilera de calaveras, asomando apenas como la cabeza de perro de Goya.
ResponderEliminarBeso
Cualquier hora de madrugada e insomnio resulta hiperreal.