Mi mente camina de día con las patas de un ciempiés, y vuela de noche errática, acelerada, febril; no conoce el descanso. Quién pudiese, más allá de lo correcto o lo incorrecto, lo cierto y lo incierto, lo rudo o lo educado, ecualizar, neutralizar. Quién pudiese, como un insecto en el tronco de un árbol, oír sin oír las voces como una brisa suave. *Chantal Maillard. "La mujer de pie". Galaxia Gutemberg, 2015.
Elevarse no nos pertenece. Tampoco bajar a los abismos. Ambas cosas requieren una gracia: cierta inocencia para lo primero, cierta lucidez para lo segundo. Los "estados alterados" de la conciencia, usted lo sabe ahora, descorren el velo -texto o tejido- que en condiciones "normales" oculta el abismo para hacernos soportable la existencia. *Chantal Maillard. "La mujer de pie".Galaxia Gutemberg, 2015.
Hadewijch -la escribana- se detiene. Entre una letra y otra se interpone algo que no puede descifrar. En medio de la frase borrando el ordenado seguimiento del universo texto una gota una gota de tinta diluida o más bien es de sangre oxidada y oscura como la del insecto que horada su cuerpo cada tarde. Siente un dolor intenso -y el odio- abrirse paso en su vientre. Se lleva la mano -la afilada pluma- a los muslos allí donde el animal antiguo el animal eterno atrapado en el siniestro pasatiempo de los dioses. La retira. Acerca la pluma al pergamino y roja es ahora muy roja la tinta con la que escribe - intuyendo el texto- la palabra aeternus. *Chantal Maillard. " La herida en la lengua ". Tusquets. 2015.