He vendido mi último ejemplar de la Ilíada. Tengo el cuarto de estar lleno de musarañas. Miro por la ventana y veo cómo el cielo se va poniendo rojo, del color de la sangre. De modo que han llegado. No se oye una mosca mientras van avanzando por la ciudad dormida. De modo que no eran tan solo una leyenda forjada por el miedo, ni un cuento para bobos. Aquí no hay olifantes que valgan, y mi madre se fue de vacaciones por tiempo indefinido. ¿Qué haría Gilgamés si estuviera en mi caso? Voy a salir. Prefiero que esto no se prolongue. * Luis Alberto de Cuenca
Alégrate conmigo, celebremos la suerte de compartir una ciudad y un siglo, la bendición del sol dorado de este invierno, la cerveza y su espuma en nuestros labios.
Brindemos contra el tiempo de oscuras amenazas, toquémonos osados, riamos complacidos, conjuremos los monstruos del dolor y la culpa, callemos nuestra inmensa soledad.
Que el don de la ebriedad nos bañe al mediodía. * Amalia Bautista
Entre las chicas norteamericanas que estudian español en la academia de enfrente de tu casa, hay una gorda que es igual que la Venus de tus sueños. Bajo una camiseta de elefante que pone " University of Indiana (Jones)" y unos pantalones de hipopótamo, se mueve por el mundo con el arte que le da su ascendencia mitológica. Hace ya varios días que vigilo desde el balcón su cuádruple barbilla y el sol dorado de su cabellera. Hace ya varios días que le envío, cuando se pone a tiro de mis ojos, dardos de amor y flechas de deseo. Pero no llegan nunca a su destino.
NADADORA Distintas aguas son de las que rompieron para que yo naciera estas aguas que rompo prorrumpiendo en un hilo de aéreas, gruesas cuentas de vidrio al sumergirme, tácita invitación para que alguien me saque tirándome del pelo o las agallas con un gusto nipón por el pescado crudo. * Mª Victoria Atencia
Abre esa mano tuya sobre el mundo asustado, sobre la cripta del terror inmóvil; ahuyenta los nocturnos fantasmas interiores. Estamos solos todos, sentados a la cena. Tú también estás solo y lloras sin discípulos largos sollozos en la madrugada que oyen sobrecogidos los humanos. *Pablo García Baena