Ten piedad de la tristeza y de sus hilos borrosos como un pastor observa a su rebaño un día de lluvia. De la vejez a solas, de los días que le faltan en forma de caricia, de nuevo testamento donde urdir su ansia de futuro. De la ilusión doblada como un adverbio en medio de los años. Piedad de los aleros y su cohorte de palomas enfermas y olvidadas. pero ya estamos cerca.
Hablabas de unas cosas que ellos no veían y se burlaban. Remar aguas arriba sin embargo por el oscuro río; ir a ciegas, tenaz, por la escondida senda y escudriñar palabras enraizadas como el añoso olivo- déjalos que se burlen. Y anhelar que también el otro mundo habite en la asfixiante soledad del hoy en el presente aniquilado- déjalos. El rocío del alba y la brisa del mar existen sin que nadie se lo pida. Giorgos Seferis. Tres poemas secretos.
Hay una isla dentro de la noche. Barre la brisa el óxido de un puerto abandonado. Hablo en sueños a solas. Con calidad de cuerpos submarinos, la noche trae de su fondo restos de palabras. Vuelven las sensaciones, mandíbulas de peces de otro mar, y los deseos nadan caprichosos como delfines libres e invitados. En la isla de Mácar, cuando cierran los bares, el mar saca de sí su terciopelo. Un fluido candente de memoria circula tan dentro de ese sueño que si rozo la superficie acaso con los párpados es tan letal el día como la más oscura sustancia de la muerte. Aurora Luque, de Camaradas de Ícaro, 2003