


Acabamos de llegar de El Béarn, en los Pirineos Atlánticos franceses, y ya siento nostalgia de ese lugar en el que me gusta perderme cada año durante unos días.Sin móviles, ni internet, ni tv, en una finca de diez hectáreas en la que solo estamos 5 ó 6 personas- incluido el guarda-, algunos bichos inofensivos y muchos árboles, algunos enormes.A veces llueve y también cae alguna tormenta corta y ruidosa. Comidas ligeras, nada de tabaco, leer, dibujar, pasear, hacer fotografías..,disfrutar de un entorno único.Imprescindible para mí antes de empezar el nuevo curso.Cuestión de salud mental.
Labios, tejido-límite de la noche-tú:Miradas de curvas escarpadas se acercan escalando,forman la comisuray se cosen estrechamente aquí-:accesos prohibidos, peaje negro.Tendría que haber todavía luciérnagas. Paul Celan
vuelvo al vacío:allí no hay nada que temernieve ni escarcha* Haiku de Tojaku, poeta japonés del S.XVIII.
Si alguna noche llegas, retrocedes, te vas aproximando a la zona prohibida, no te amilanes de ninguna forma.Entra sin miedo (aunque con miedo lo hagas) en esa punitiva bifurcación del laberinto cuyo riesgo mayor consiste en desear que prevalezca.Quédate dónde estabas hace sólo un momento, es decir, en la duda.Allí tal vez aprenderás a no creer en nada parecido a esa virtud mugrienta que arrastra a los gregarios.También podrás atestiguar sin proponértelo que ninguna verdad es la misma dos veces.
José Manuel Caballero Bonald